<p class="texte" dir="ltr"><img src="docannexe/image/3481/img-1.png" style="width:13.573cm;height:18.468cm;margin-left:0.0cm;margin-right:0.0cm;margin-top:0mm;margin-bottom:0mm;padding-top:0.153cm;padding-bottom:0.153cm;padding-left:0.28cm;padding-right:0.28cm;border:none" /></p> <p class="texte" dir="ltr"><a id="Image17Cgraphics"></a>Ese &ldquo;espacio de respiraci&oacute;n libre&rdquo; en donde se respetan y garantizan los derechos fundamentales y se cree en el principio democr&aacute;tico y la tolerancia hacia las plurales manifestaciones de creencias y opiniones que, como un oasis de salud c&iacute;vica y moral, ha sido Europa en los &uacute;ltimos a&ntilde;os, pareciera sometida al renovado mito de su rapto, ahora en ofrenda y tributo al nuevo becerro de oro de los mercados y los intereses financieros. Los formidables instrumentos jur&iacute;dicos e institucionales del Tratado de Lisboa no acaban de utilizarse con una voluntad pol&iacute;tica decidida al servicio de la ciudadan&iacute;a y por ello supone una reforma truncada de la Uni&oacute;n Europea. Hay que rescatar la idea de ciudadan&iacute;a europea y el valor de los principios de solidaridad y subsidiariedad que han vertebrado el gran proyecto europeo. Para ello es imprescindible la participaci&oacute;n de la sociedad civil y el protagonismo renovado de los ciudadanos europeos que creen en el proyecto com&uacute;n por encima de intereses mezquinos e insolidarios. Los municipios pueden ser una plataforma fundamental de esta recuperaci&oacute;n de la ciudadan&iacute;a europea y de aplicaci&oacute;n de las pol&iacute;ticas comunes, que b&aacute;sicamente en ellos se realizan. En este sentido tambi&eacute;n los parlamentos auton&oacute;micos y las regiones de la Uni&oacute;n Europea, deben vigilar la aplicaci&oacute;n del principio de subsidiariedad desde el mismo el inter&eacute;s general del pueblo europeo.</p>