<p class="texte"><strong>DOSSIER : L&#39;AVENIR DE LA DEMOCRATIE</strong></p> <p class="texte">A partir de los a&ntilde;os 90 se viene dando un progresivo inter&eacute;s por las emociones, tanto en las ciencias sociales como, sobre todo, en la cultura popular y medi&aacute;tica. La mayor&iacute;a de los textos y programas televisivos que alimentan este inter&eacute;s por la vida emocional tienen un car&aacute;cter h&iacute;brido entre la divulgaci&oacute;n cient&iacute;fica y los libros de car&aacute;cter moral. La ret&oacute;rica que los caracteriza suele hacer recaer su fundamentaci&oacute;n en supuestos descubrimientos en el campo de la psicolog&iacute;a y la neurolog&iacute;a. En este tipo de programas se transmiten discursos ideol&oacute;gicamente sesgados, como han puesto de manifiesto Garc&iacute;a Dauder y Amigot (2016).</p> <p class="texte">El inter&eacute;s por las emociones se da, igualmente, en las ciencias sociales, donde cada vez es mayor la importancia que se le da al tema. No es mi pretensi&oacute;n aqu&iacute; intentar sintetizar la diversidad de planteamientos e investigaciones realizadas. Creo que hay buenos trabajos que han hecho esta labor, como Bericat (2000), Belli e I&ntilde;iguez (2008), Ovejero (2011) entre los m&aacute;s cercanos en nuestro pa&iacute;s, aparte del trabajo pionero de Torregrosa (1984), que marc&oacute; algunas de las cuestiones clave sobre el tema.</p> <p class="texte">Mi intenci&oacute;n es poner de manifiesto la importancia actual de una reflexi&oacute;n sobre lo que significa comprender las emociones desde un punto de vista social. Para ello, se&ntilde;alar&eacute;, en primer lugar, que el inter&eacute;s creciente por el tema no es una mera moda acad&eacute;mica sino que es expresi&oacute;n de un cambio m&aacute;s de fondo, un cambio epistemol&oacute;gico y pol&iacute;tico de la contemporaneidad. Este cambio ha sido caracterizado como giro afectivo. A continuaci&oacute;n expondr&eacute; lo que considero que son distintos modos de concebir un enfoque social de las emociones y los modelos de sujeto que los caracterizan, para finalizar con algunas conclusiones sobre las consecuencias de adoptar un enfoque social en el estudio de las emociones.</p> <h1 class="texte">El giro afectivo</h1> <p class="texte">El t&eacute;rmino &ldquo;giro&rdquo; es, en realidad, una met&aacute;fora sacada de la geometr&iacute;a cotidiana, pero que, aplicada al conocimiento y a la epistemolog&iacute;a cient&iacute;fica tiene una potente capacidad explicativa. La idea que lo caracteriza es que para encontrar una respuesta a nuestras preguntas y una soluci&oacute;n a nuestros problemas lo que hay que hacer, a veces, no es tener m&aacute;s datos sino ver la realidad desde otro punto de vista.</p> <p class="texte">El punto de partida en el uso epistemol&oacute;gico de la idea de giro probablemente sea Kant y su referencia al giro copernicano. La explicaci&oacute;n geoc&eacute;ntrica del cosmos -cuya bell&iacute;sima representaci&oacute;n la tenemos en las estrellas armilares, como la de la biblioteca de El Escorial- hab&iacute;a generado una enorme cantidad de datos emp&iacute;ricos que, como es habitual en la investigaci&oacute;n emp&iacute;rica, no ajustaban perfectamente. La salida que dio Cop&eacute;rnico, como es sabido, no fue agregar m&aacute;s datos sino proponer un punto de vista diferente, helioc&eacute;ntrico, que resulta contraintuitivo, contrario a la evidencia de sentido com&uacute;n, que nos dice que el sol &ldquo;sale&rdquo; y se &ldquo;pone&rdquo;.</p> <p class="texte">La idea de giro implica dos cuestiones que caracterizan el pensamiento cient&iacute;fico moderno. Por una parte, que los datos no hablan por s&iacute; solos, sino que s&oacute;lo tienen sentido desde un enfoque o perspectiva te&oacute;rica y, por otra, que no hay una perspectiva privilegiada (biol&oacute;gica, psicol&oacute;gica o social)<sup><a class="footnotecall" href="#ftn1" id="bodyftn1">1</a></sup>. La idea de giro epistemol&oacute;gico la hizo expl&iacute;citamente suya Kant, como es sabido, en su an&aacute;lisis del proceso de conocimiento, desplazando o girando el problema del conocimiento desde el objeto conocido al sujeto que conoce. Durkheim (1912) desarrollar&aacute; su concepto de representaciones colectivas a partir de Kant, pero con una notable diferencia&nbsp;: lo que para Kant es meta-f&iacute;sico (las categor&iacute;as <em>a priori</em> del conocimiento) para Durkheim es socio-l&oacute;gico (estructuras de sentido compartidas, consideradas como hechos sociales y, por tanto, diferentes seg&uacute;n sociedades y culturas). El siguiente &ldquo;giro&rdquo;, que ha marcado las ciencias sociales contempor&aacute;neas es el llamado &ldquo;giro ling&uuml;&iacute;stico&rdquo;, caracterizado por Habermas (1987, 1990), entre otros, como el giro desde la conciencia al lenguaje, desde la indagaci&oacute;n en el sujeto interior, como lugar del conocimiento, a la pr&aacute;ctica comunicativa.</p> <p class="texte">Diversos autores -especialmente autoras- vienen planteando desde hace alg&uacute;n tiempo la existencia -y conveniencia- de un nuevo giro epistemol&oacute;gico en las ciencias sociales, al que se ha caracterizado como <em>giro afectivo</em> y que surge como consecuencia de la progresiva evidencia del car&aacute;cter racionalistamente sesgado de los estudios sobre la subjetividad, en los que las experiencias afectivas y emocionales son escasamente consideradas.</p> <p class="texte">La clave de este giro afectivo es, a mi entender, un cambio de perspectiva o enfoque, desde la mente y la subjetividad intelectual al cuerpo y subjetividad sensible (Clough, 2008, 2010, Lara y Enciso, 2013, L&oacute;pez, 2015, Ahmed, 2014). Probablemente no sea un &ldquo;giro&rdquo; tan n&iacute;tido y preciso como el kantiano (del objeto al sujeto) o el ling&uuml;&iacute;stico (de la conciencia al lenguaje), pero, ciertamente, ha introducido una nueva perspectiva y comprensi&oacute;n de la subjetividad humana.</p> <p class="texte">Las razones de este giro afectivo son m&uacute;ltiples y responden a cambios contempor&aacute;neos de &iacute;ndole muy diversa. Entre ellos, tres me parecen especialmente importantes&nbsp;:</p> <ol class="texte" style="list-style-type:lower-alpha;"> <li> <p class="texte">El avance del conocimiento neurocient&iacute;fico y, de modo muy particular, la comprensi&oacute;n de la actividad cerebral como una totalidad interconectada, en la que los procesos vinculados a la actividad emocional (la intuici&oacute;n, por ejemplo, como un modo prerreflexivo de valuaci&oacute;n de medio) aparecen &iacute;ntimamente implicados en la capacidad de respuesta eficaz e inteligente del sujeto a su medio. Los trabajos de Damasio (2001,2010) son probablemente los que mayor impacto han tenido entre los cient&iacute;ficos sociales, pero no son los &uacute;nicos. Las propuestas del neur&oacute;logo chileno Francisco Varela, algunas en relaci&oacute;n con el fil&oacute;sofo Humberto Maturana, me parecen muy concordantes con un enfoque psicosocial interaccionista (Maturana y Varela, 1990)</p> </li> <li> <p class="texte">La progresiva concienciaci&oacute;n sobre la cristalizaci&oacute;n corporal del orden social y el poder. Cada vez es m&aacute;s evidente que la reproducci&oacute;n del orden social, as&iacute; como la resistencia al mismo, no es s&oacute;lo de orden ideol&oacute;gico sino tambi&eacute;n corp&oacute;reo. Podemos decir, literalmente, que el poder se en-carna, se hace carne. Para hacernos conscientes de ello ha sido necesaria la aparici&oacute;n de nuevos actores sociales, que proceden de los m&aacute;rgenes del orden establecido&nbsp;: otras culturas y otras sexualidades que, con su lucha por el reconocimiento, cuestionan las obviedades androc&eacute;ntricas e intelectualistas establecidas.</p> </li> <li> <p class="texte">Un tercer factor, de orden muy diferente, es la progresiva incorporaci&oacute;n de pr&aacute;cticas y normas de gesti&oacute;n emocional en el nuevo capitalismo, que ha sido acertadamente caracterizado por Eva Illouz como capitalismo emocional&nbsp;:</p> </li> </ol> <blockquote> <p class="quotation">&ldquo;el capitalismo es una cultura en la que las pr&aacute;cticas y los discursos emocionales y econ&oacute;micos se configuran mutuamente y producen lo que considero un amplio movimiento en el que el afecto se convierte en un aspecto esencial del comportamiento econ&oacute;mico y en el que la vida emocional -sobre todo la de la clase media- sigue la l&oacute;gica del intercambio y las relaciones econ&oacute;micas&rdquo; (Illouz, 2007&nbsp;:19-20).</p> </blockquote> <p class="texte">El giro afectivo, por tanto, no es s&oacute;lo fruto de un cambio epistemol&oacute;gico y de una revuelta social (cultural, de g&eacute;nero) sino que lo es tambi&eacute;n de una vuelta de tuerca en los mecanismos de explotaci&oacute;n laboral.</p> <h1 class="texte">Enfoque social y modelos de sujeto</h1> <p class="texte">La idea de perspectiva, presente en la noci&oacute;n de giro epist&eacute;mico, es central a la hora de delimitar y precisar lo que las ciencias sociales y, de modo m&aacute;s concreto, la psicolog&iacute;a social, pueden aportar como conocimiento propio y especializado en el estudio de las emociones.</p> <p class="texte">A mi entender, el problema principal que tienen las ciencias sociales y, en concreto, la psicolog&iacute;a social, estriba en precisar qu&eacute; se entiende por social, es decir, una cuesti&oacute;n de enfoque. Al desplazar nuestro inter&eacute;s desde la definici&oacute;n del objeto (qu&eacute; son las emociones) al enfoque o acercamiento epist&eacute;mico (qu&eacute; es social) se nos hace evidente que la subjetividad e, incluso, la intimidad, son susceptibles de una fruct&iacute;fera iluminaci&oacute;n por una mirada coherentemente social, consciente de las posibilidades y l&iacute;mites de sus pretensiones de conocimiento y que no ocupe una posici&oacute;n secundaria respecto a otros enfoques &ndash;en nuestro caso, principalmente, el biol&oacute;gico y neurocient&iacute;fico (Torregrosa 2016).</p> <p class="texte">El &eacute;nfasis en la perspectiva o enfoque nos permite poner de manifiesto que toda teor&iacute;a implica un modelo de sujeto. Ese modelo de sujeto -y de subjetividad- se da con frecuencia como algo obvio y no problem&aacute;tico, especialmente cuando se adopta un punto de vista positivista, seg&uacute;n el cual la realidad parecer&iacute;a que habla por s&iacute; misma. El modelo de sujeto es, sin embargo, un aspecto fundamental de nuestro trabajo y a su dilucidaci&oacute;n se ha dedicado la teor&iacute;a cr&iacute;tica. Tal como dec&iacute;a Vygotski (2004), al se&ntilde;alar el valor de la filosof&iacute;a de Spinoza para fundamentar una psicolog&iacute;a de las emociones &ldquo;[esta filosof&iacute;a]ayudar&aacute; a la psicolog&iacute;a moderna en lo que es m&aacute;s fundamental y capital, la formaci&oacute;n de una idea de hombre que nos sirva como modelo de la naturaleza humana&rdquo; (Vygotski, 2004&nbsp;: 59) y es que, como dice un poco antes, &ldquo;la &uacute;nica manera de sacar a la teor&iacute;a moderna de las pasiones de su atolladero hist&oacute;rico es con ayuda de una gran idea filos&oacute;fica&rdquo; (<em>ibid.</em>)</p> <p class="texte">Desde un punto de vista cr&iacute;tico el modelo de sujeto que caracteriza una teor&iacute;a psicosocial es considerado como un dispositivo discursivo, es decir, una herramienta de explicaci&oacute;n e intervenci&oacute;n sobre la realidad analizada y que, como tal, es performativa&nbsp;: al describir, construye y esa construcci&oacute;n de la realidad social tiene consecuencias. La principal de estas consecuencias es la conformaci&oacute;n de un modelo de agencia, que progresivamente va constituy&eacute;ndose como una <em>doxa</em> o sentido com&uacute;n. Un aspecto fundamental de ese modelo de sujeto es, justamente, en qu&eacute; sentido se considera que sea social y qu&eacute; se entiende, por tanto, por socialidad.</p> <p class="texte">En el estudio de la subjetividad y, por tanto, de los procesos emocionales, podemos diferenciar tres concepciones diferentes de socialidad, que responden a tres modos diferentes de entender el sujeto humano y su agencia. En el primer modelo, la socialidad no es una caracter&iacute;stica del sujeto sino de su situaci&oacute;n. Es un modelo de sujeto universal de corte psicol&oacute;gico individual. En sentido estricto es un modelo asocial del sujeto. El segundo modelo se sustenta, al igual que el anterior, en una clara diferenciaci&oacute;n, de car&aacute;cter dicot&oacute;mico, entre individuo y sociedad, centrando su inter&eacute;s en la estructura social y cultural como explicaciones determinantes de la experiencia subjetiva. El tercer modelo de sujeto se fundamenta en un cuestionamiento de la dicotom&iacute;a individuo / sociedad y en la consideraci&oacute;n de la experiencia subjetiva como un proceso interactivo y relacional<sup><a class="footnotecall" href="#ftn2" id="bodyftn2">2</a></sup>.</p> <h1 class="texte">Un modelo de sujeto psicol&oacute;gico universal&nbsp;: la socialidad como situaci&oacute;n</h1> <p class="texte">El modelo de sujeto universal es el que hacen suyo -con matices, obviamente- quienes mantienen un concepto de lo social como tipo de situaci&oacute;n. El objeto de estudio son los procesos biol&oacute;gicos -neurofisiol&oacute;gicos, fundamentalmente- o psicol&oacute;gicos cuyas claves de funcionamiento, operacionalizadas como variables, est&aacute;n dentro del sujeto (procesos neurol&oacute;gicos, datos gen&eacute;ticos, procesamientos perceptivos y cognitivos&hellip;). Responde a la idea de sujeto autocontenido (Shotter, 1993, 1996) es decir, sujeto que se supone contiene dentro de s&iacute; las claves explicativas de su funcionamiento y para el que lo social es un tipo de situaci&oacute;n caracterizada por la numerosidad (Moscovici, 1972) es decir por ser una situaci&oacute;n en la que est&aacute;n presentes otras personas, lo que la caracteriza como &ldquo;situaci&oacute;n social&rdquo;.</p> <p class="texte">En el &aacute;mbito de la psicolog&iacute;a social de las emociones un ejemplo de este modelo de sujeto universal es el que caracteriza los estudios de Paul Ekman y cuyo precedente lo podemos encontrar en el fundador de la biolog&iacute;a moderna, Charles Darwin (1984 [1872]), para el que las emociones son, fundamentalmente, residuos de respuestas funcionales defensivas, tanto de ataque como de huida. Coherentemente con un planteamiento biol&oacute;gico, se supone que son hereditarias y universales, aun cuando en la evoluci&oacute;n se hayan convertido en residuos.</p> <p class="texte">En la investigaci&oacute;n emp&iacute;rica, sin embargo, el problema se plantea cuando se intenta precisar el n&uacute;mero y prototipo de expresiones emocionales, ya que la expresi&oacute;n es comunicaci&oacute;n. Si en el trabajo de Darwin se consideraba la comunicaci&oacute;n en un sentido primitivo, funcional para la supervivencia de los hom&iacute;nidos, la comunicaci&oacute;n propiamente humana es de car&aacute;cter simb&oacute;lico, tal como muy bien explic&oacute; George H. Mead (1965) al distanciarse de Wundt y, por tanto, de Darwin, y diferenciar la comunicaci&oacute;n de gestos de la comunicaci&oacute;n simb&oacute;lica.</p> <p class="texte">Existe una amplia l&iacute;nea de investigaci&oacute;n sobre la universalidad expresiva de las emociones. En este sentido, son interesantes los datos obtenidos por el equipo de Fern&aacute;ndez-Dols (Crivelli <em>et al.</em>2016) sobre la ausencia de reconocimiento, entre los nativos de Pap&uacute;a Nueva Guinea, de algunas expresiones emocionales, conforme a los criterios de la teor&iacute;a universalista de Ekman, ya que, al cuestionar la universalidad en el reconocimiento de emociones b&aacute;sicas, cuestionan la legalidad -el car&aacute;cter pretendido de ley cient&iacute;fica- de las propuestas de Ekman.</p> <p class="texte">Es evidente que con otro concepto de lo social y otro modelo de sujeto no universalista, esto es algo presupuesto&nbsp;: las emociones -en su funci&oacute;n comunicacional- cobran sentido y son reconocidas en funci&oacute;n de marcos de sentido. La universalidad de la naturaleza biol&oacute;gica se da por descontada en el marco de la experiencia fisiol&oacute;gica implicada en las emociones, pero no de un modo determinista.</p> <p class="texte">La dicotom&iacute;a activaci&oacute;n fisiol&oacute;gica / experiencia significada es objeto, tambi&eacute;n, de una larga l&iacute;nea de investigaci&oacute;n que se inicia con William James y que tiene, como paradigma de referencia. el cl&aacute;sico experimento de Schachter y Singer (1962).De modo sint&eacute;tico, el dise&ntilde;o consiste en provocar una activaci&oacute;n fisiol&oacute;gica con adrenalina -siguiendo un trabajo experimental de Gregorio Mara&ntilde;&oacute;n (1927)- y , con posterioridad situar a los sujetos experimentales (estudiantes universitarios) en una situaci&oacute;n donde coinciden, de modo aparentemente accidental, con compinches de los experimentadores que se comportan de modo alegre o irritado. La hip&oacute;tesis es que la experiencia de excitaci&oacute;n que produce la adrenalina es interpretada como emoci&oacute;n de alegr&iacute;a o enfado, seg&uacute;n el contexto o situaci&oacute;n social. Los resultados del experimento, como es sabido, se presentaron como confirmaci&oacute;n de la hip&oacute;tesis de dos factores, pero han sido cuestionados en su consistencia experimental (ver Reisenzeim, 1983, para una revisi&oacute;n de las cr&iacute;ticas) y, en cualquier caso, son susceptibles de interpretaciones muy dispares &ndash;como suele pasar con los estudios experimentales en psicolog&iacute;a social.</p> <p class="texte">Lo que me interesa se&ntilde;alar es que, al igual que en otros estudios psicosociol&oacute;gicos de tipo experimental, se produce un cortocircuito explicativo dando por supuesto que la equivalencia de tratamiento (estar junto a una persona alegre o enfadada) implica equivalencia de estado psicol&oacute;gico (estado cognitivo o significado de la experiencia personal como alegr&iacute;a o enfado). Para este tipo de psicolog&iacute;a social de las emociones el significado de las situaciones sociales no es problem&aacute;tico, porque, en realidad, por muy cognitivas que sean, sigue respondiendo al concepto conductista de est&iacute;mulo&nbsp;: lo social es un tipo de situaci&oacute;n que es considerada como un est&iacute;mulo, y el sujeto de la emoci&oacute;n es un sujeto universal. Por eso se utilizan estudiantes como sujetos, sin considerar diferencias de edad, g&eacute;nero o cualquier otra caracter&iacute;stica social, ya que son -igual que cualquier otra persona- representantes del sujeto universal&nbsp;: lo social no es el sujeto sino la situaci&oacute;n.</p> <h1 class="texte">El sujeto como &ldquo;nosotros&rdquo; y lo social como colectivo&nbsp;: Individuo vs. Sociedad</h1> <p class="texte">El enfoque social adopta una perspectiva m&aacute;s interesante en una serie de estudios que, tanto desde la psicolog&iacute;a social, como desde una cierta sociolog&iacute;a estructural, desplazan el foco de atenci&oacute;n desde el individuo a la situaci&oacute;n social. Si en el enfoque anterior, que podemos caracterizar como psicologista, el inter&eacute;s se centra en el descubrimiento de los procesos psicol&oacute;gicos individuales, en el enfoque aqu&iacute; considerado el foco de inter&eacute;s y, por tanto, las variables a indagar, se sit&uacute;an en la situaci&oacute;n social. El sujeto de la experiencia emocional sigue siendo un sujeto universal y las emociones un proceso psicol&oacute;gico individual, pero lo que se complejiza y se convierte en objeto de indagaci&oacute;n es la situaci&oacute;n social que es considerada como una realidad estructurada. El modelo de sujeto es, por tanto, un sujeto comprendido como miembro de un colectivo. Las emociones son consideradas, seg&uacute;n esto, como procesos psicol&oacute;gicos individuales, mediatizados o determinados por la pertenencia a grupos o posiciones sociales diferenciadas.</p> <p class="texte">Es &eacute;ste un tipo de enfoque en el que convergen la psicolog&iacute;a intercultural y cierta sociolog&iacute;a estructural. Lo que caracteriza a la situaci&oacute;n social son, bien los significados compartidos (culturas), bien las posiciones en la estructura social (estatus, clase social&hellip;).</p> <p class="texte">En el caso de la psicolog&iacute;a intercultural de las emociones el inter&eacute;s se centra en mostrar la diferencia de significados de las expresiones emocionales y de las situaciones que las provocan. Por ejemplo, en el estudio de Eid y Diener (2001), que puede servirnos de paradigma, se plantea investigar las diferencias culturales respecto a las normas sociales acerca de la experiencia emocional. Hago referencia a este estudio porque en &eacute;l se explicita muy claramente su enfoque&nbsp;:</p> <blockquote> <p class="quotation">&ldquo;Desde la perspectiva de la antropolog&iacute;a y la psicolog&iacute;a intercultural,&hellip;, la perspectiva biol&oacute;gica no es suficiente para una plena comprensi&oacute;n de la experiencia y expresi&oacute;n de las emociones y debe ser complementada con la consideraci&oacute;n del contexto cultural en el que las emociones se experimentan, expresan y perciben&rdquo; (Eid y Diener, 2001&nbsp;: 869).</p> </blockquote> <p class="texte">El enfoque social, por tanto, se concibe como un enfoque complementario del enfoque biol&oacute;gico. La producci&oacute;n de emociones es una cuesti&oacute;n biol&oacute;gica, pero no as&iacute; su expresi&oacute;n y percepci&oacute;n. La variabilidad cultural, en el estudio de Eid y Diener (2011) as&iacute; como en otros muchos, es identificada como variabilidad en las normas de uso de los t&eacute;rminos emocionales. De hecho, la investigaci&oacute;n se centra en la comparaci&oacute;n de las normas culturales respecto a la experiencia de diversas emociones entre dos pa&iacute;ses con culturas caracterizadas como individualistas (Estados Unidos y Australia) y dos pa&iacute;ses considerados culturalmente colectivistas (China y Taiwan). El estudio, como es habitual en este tipo de investigaciones, consisti&oacute; en pasar un cuestionario a grupos de estudiantes donde se preguntaba, por una parte, el grado en que consideraban apropiado y deseable experimentar una serie de emociones (alegr&iacute;a, afecto, orgullo, contento, enfado, tristeza y culpa) y, por otra, la frecuencia con que las experimentaban.</p> <p class="texte">El estudio es, indudablemente, muy interesante y pone de manifiesto las diferencias normativas tanto entre pa&iacute;ses como dentro de estos, sin embargo, tiene los l&iacute;mites propios de un enfoque social en el que la cultura es considerada como realidad homog&eacute;nea. Esta homogeneidad es asumida al tomar como variables independientes el pa&iacute;s en el que se vive y la caracterizaci&oacute;n del mismo en t&eacute;rminos de valores colectivistas o individualistas. Esta homogeneidad hace que se sigan obteniendo los datos a partir de encuestas a grupos de estudiantes, como en los estudios de la psicolog&iacute;a experimental, ya que cualquier miembro de una cultura es considerado representativo de la misma &ndash;como cualquier estudiante es representante de la especie humana, al estudiar los procesos psicol&oacute;gicos supuestamente universales. Las variaciones de sentido, seg&uacute;n posiciones de sujeto (pol&iacute;ticas, de g&eacute;nero&hellip;) se hacen irrelevantes, ya que el modelo de sujeto sigue siendo un modelo de sujeto universal, cuyo comportamiento emocional viene modulado por los significados supuestamente compartidos.</p> <p class="texte">Desde un punto de vista socio-estructural, este segundo enfoque de lo social como estructura colectiva que determina al sujeto en su experiencia emocional individual, ha sido -y es- el marco anal&iacute;tico de una muy importante l&iacute;nea de investigaci&oacute;n. Su caracterizaci&oacute;n creo que est&aacute; bien sintetizada en el texto de Clay-Warner y Robinson (2008) que puede servirnos de referencia, ya que es un buen texto recopilatorio. El planteamiento de las autoras -y de las l&iacute;neas de investigaci&oacute;n que presentan- supone la apertura de un nuevo campo, surgido de la &ldquo;intersecci&oacute;n&rdquo;&nbsp;:</p> <blockquote> <p class="quotation">&ldquo;En la sociolog&iacute;a contempor&aacute;nea, sin embargo, algunas de las innovaciones te&oacute;ricas m&aacute;s interesantes est&aacute;n d&aacute;ndose en la intersecci&oacute;n de la estructura social y la emoci&oacute;n. Los acad&eacute;micos se est&aacute;n planteando c&oacute;mo las relaciones de estatus y poder afectan a nuestras vidas emocionales y c&oacute;mo esos sentimientos, a su vez, contribuyen al desarrollo, organizaci&oacute;n y estabilidad de los acuerdos (<em>arrangements)</em> sociales.&rdquo; (Clay-Warner y Pobinson, 2008&nbsp;:1)</p> </blockquote> <p class="texte">Este tipo de sociolog&iacute;a se fundamenta en una clara divisi&oacute;n conceptual entre individuo (territorio de la emoci&oacute;n) y sociedad (estructura estabilizada de relaciones sociales), que se traducen en variables cuantificables.</p> <p class="texte">El problema de este tipo de enfoques culturales y socioestructurales es, a mi entender, la concepci&oacute;n dualista entre individuo y sociedad y que tiene un s&oacute;lido antecedente en <em>Las formas elementales de la vida religiosa</em> de Durkheim (1993/1912), quien en su pretensi&oacute;n de fundamentar una explicaci&oacute;n sociol&oacute;gica de la fuerza de los v&iacute;nculos sociales en el &aacute;mbito de la subjetividad -conocimiento y emociones- considera necesario evitar todo tipo de psicologismo y espiritualismo idealista&nbsp;: la religi&oacute;n y las representaciones colectivas no se pueden comprender como hechos individuales sino como hechos sociales. Esta pretensi&oacute;n le lleva, sin embargo, a reforzar, al modo cartesiano, la dicotom&iacute;a entre individuo y sociedad, concebidos ambos como dos tipos de realidades diferentes&nbsp;:</p> <blockquote> <p class="quotation">&quot;seg&uacute;n se dice con frecuencia, el hombre es doble. En &eacute;l hay dos seres&nbsp;: un ser individual, que tiene su base en el organismo /... / y un ser social, que representa en nosotros la realidad m&aacute;s alta que podemos conocer por la observaci&oacute;n en el orden intelectual y moral, me refiero a la sociedad&quot; (Durkheim, 1993&nbsp;:51-52).</p> </blockquote> <p class="texte">A mi entender, la comprensi&oacute;n social de la subjetividad y las emociones no requiere sustantivar la dicotom&iacute;a individuo/sociedad sino intentar entender ambos como aspectos diferentes de un mismo proceso. Desde un enfoque social dial&eacute;ctico e interaccionista no es necesario considerar que una explicaci&oacute;n es o individual o social, porque ambos aspectos, personal y colectivo son considerados como procesos sociales. Tal como dec&iacute;a Voloshinov (1992 [1929]), &ldquo;Lo que m&aacute;s dificulta nuestro problema de deslinde entre el psiquismo y la ideolog&iacute;a es el concepto de lo &lsquo;individual&rsquo;. Como correlato de lo individual suele pensarse en lo &lsquo;social&rsquo;, de ah&iacute; que el psiquismo sea individual, y la ideolog&iacute;a, social. Esta concepci&oacute;n es radicalmente falsa. El correlato de lo social es lo &lsquo;natural&rsquo; y, por consiguiente, no se trata de un individuo como persona, sino de un individuo biol&oacute;gico de la naturaleza.&rdquo; (Voloshinov, 1992&nbsp;:61)</p> <h1 class="texte">El sujeto como &ldquo;alter&rdquo; y la socialidad como dial&eacute;ctica e interacci&oacute;n</h1> <p class="texte">Para poder entender los procesos subjetivos y, en concreto, las emociones, desde un punto de vista coherentemente social es necesario fundarse en un modelo de sujeto que nos permita entender la socialidad no s&oacute;lo como un tipo de situaci&oacute;n a la que se afronta -el modelo psicologista- o un tipo de estructura social o cultural que comparte -el modelo sociologista o cultural- sino como una caracter&iacute;stica constitutiva de la propia subjetividad. La socialidad, desde este punto de vista, no es una situaci&oacute;n ni una estructura sino una caracter&iacute;stica fundante de la subjetividad&nbsp;; es una caracter&iacute;stica de toda relaci&oacute;n humana, incluida la relaci&oacute;n consigo mismo. Es a ese modo de entender la constituci&oacute;n social de la subjetividad a lo que denomino &ldquo;alteridad&rdquo;, en consonancia con una larga tradici&oacute;n de pensamiento, que incluye tanto el <em>self </em>de G.H. Mead (1965/1934) como el <em>ipse</em> de Ricoeur (1996).</p> <p class="texte">Este concepto de socialidad se caracteriza por un cuestionamiento de las dicotom&iacute;as fundantes de la explicaci&oacute;n de la subjetividad, tales como raz&oacute;n / emoci&oacute;n y cuerpo/mente y otras de corte epistemol&oacute;gico como sujeto/ objeto e individuo/sociedad. La diferenciaci&oacute;n anal&iacute;tica entre individuo y sociedad es, indudablemente, &uacute;til, para la explicaci&oacute;n del comportamiento humano. El problema se plantea cuando la diferencia se convierte en dicotom&iacute;a, es decir, en una diferenciaci&oacute;n de tipo ontol&oacute;gico que se remite a dos tipos de entidades diferentes, regidas por leyes diferentes.</p> <p class="texte">La alteridad es un concepto de trasfondo dial&eacute;ctico e interaccionista. Implica un desplazamiento del foco de an&aacute;lisis desde una realidad objetivada y fija a un punto de vista procesual&nbsp;: emociones, cogniciones o identidades no se refieren a cosas, a objetos o a estados -fisiol&oacute;gicos, socioestructurales o culturales- sino a pr&aacute;cticas. Las emociones son consideradas, desde este enfoque o punto de vista, como actividades y relaciones.</p> <p class="texte">La noci&oacute;n de alteridad tiene uno de sus or&iacute;genes principales en la dial&eacute;ctica hegeliana, en el conocido texto de la <em>Fenomenolog&iacute;a del Esp&iacute;ritu </em>sobre la dial&eacute;ctica del amo y el esclavo, considerado por Luis Mart&iacute;n Santos como &ldquo;el ejemplo m&aacute;s insigne de lo que hemos llamado la &lsquo;mirada del soci&oacute;logo&rsquo;, pues es a partir de la presencia [imaginaria] de los dos hombres en situaci&oacute;n de ruptura y enfrentamiento como se desarrolla un proceso e interrogaciones acerca de la naturaleza de las relaciones humanas&rdquo; (Mart&iacute;n Santos, 1988&nbsp;:18). Como dice este autor &ldquo;ser hombre es para Hegel tener conciencia de hombre, y la conciencia de uno mismo no puede realizarse sino frente a otra conciencia. Es el <em>Otro</em> el que se convierte en <em>mediador</em>.&rdquo; (<em>&iacute;bid.</em>&nbsp;:19, &eacute;nfasis original). Este reconocimiento del otro o <em>alter</em>, que no es siempre entendido como conflicto o enfrentamiento -al modo hegeliano- sino tambi&eacute;n como encuentro y cooperaci&oacute;n, ha dado origen a una muy fruct&iacute;fera filosof&iacute;a de raigambre psicosocial (Honneth, (1997),<em> </em>Ricoeur, 1996, Holden, 2016)</p> <p class="texte">La psicolog&iacute;a de Vygotski es un buen ejemplo de un desarrollo dial&eacute;ctico, que considero especialmente importante para fundamentar la idea de alteridad. El objetivo principal de su planteamiento estriba en superar las dicotom&iacute;as o dualismos, tanto mecanicistas como idealistas, por la incapacidad de los primeros para explicar la conciencia y por la incapacidad de los segundas de explicar su materialidad<sup><a class="footnotecall" href="#ftn3" id="bodyftn3">3</a></sup>. La salida dial&eacute;ctica es entender la subjetividad y la conciencia como un proceso social. La fisiolog&iacute;a y la conciencia se encuentran y vinculan no dentro del sujeto, como fruto de una maduraci&oacute;n individual, sino fuera, como consecuencia de la interacci&oacute;n social.</p> <p class="texte">Para Vygotski, la conciencia es contacto social consigo mismo (Vygotski 2003a&nbsp;: 91) y la reflexividad y el conocimiento de s&iacute; es entendido, por tanto, como una acci&oacute;n pr&aacute;ctica&nbsp;:</p> <blockquote> <p class="quotation">&ldquo;Nos conocemos a nosotros mismos porque conocemos a los dem&aacute;s y por el mismo procedimiento por el que conocemos a los otros, porque somos en relaci&oacute;n con nosotros mismos, los mismos que los otros en relaci&oacute;n con nosotros. Me conozco a m&iacute; mismo solamente en la medida en la que yo mismo soy un otro para m&iacute;, es decir, en que puedo percibir de nuevo mis propios reflejos en tanto que nuevos excitantes/&hellip;/ Por ello, la consecuencia&hellip;ser&aacute; reconocer que el elemento social tiene en la conciencia la primac&iacute;a de hecho y la primac&iacute;a de tiempo. El elemento individual se construye como derivado y secundario, sobre la base de lo social y a su imagen exacta&rdquo; (<em>ibid.</em>&nbsp;: 90).</p> </blockquote> <p class="texte">Creo que &eacute;sta es una clara expresi&oacute;n de la idea dial&eacute;ctica y radicalmente social de la alteridad.</p> <p class="texte">Vygotski no concibe el mundo afectivo separado del intelectual, ya que no comparte la idea bastante habitual de que la vida afectiva y emocional sea propia de una psique primitiva, infantil e irracional<sup><a class="footnotecall" href="#ftn4" id="bodyftn4">4</a></sup>. La idea, fuertemente establecida, de que &ldquo;conforme avanza el desarrollo del psiquismo, reculan las emociones&rdquo; le parece un absurdo (Vygotski, 2003b&nbsp;:126). Los afectos y los conceptos est&aacute;n vinculados y ambos son hist&oacute;ricos. Yves Clot (2003), en su edici&oacute;n de la obra de Vygotski, retoma la idea de la semejanza entre la percepci&oacute;n y la emoci&oacute;n&nbsp;:</p> <blockquote> <p class="quotation">&ldquo;La percepci&oacute;n de un objeto es la imaginaci&oacute;n de las acciones que implica su uso en el mundo. Es, pues, una acci&oacute;n suspendida y simulada. Podemos decir tambi&eacute;n que la emoci&oacute;n de un sujeto es la anticipaci&oacute;n sensible y corporal de las acciones sobre s&iacute; que implica la situaci&oacute;n, una se&ntilde;al interior sentida antes de cualquier apreciaci&oacute;n racional. La &lsquo;coloraci&oacute;n afectiva&acute; de la experiencia vivida&hellip;simula anticipadamente la acci&oacute;n sobre uno resultante de la actividad en curso&rdquo; (Clot 2003&nbsp;: 31)</p> </blockquote> <p class="texte">Aun cuando las principales aportaciones de Vygotski en su corta vida fueron en el terreno de la psicolog&iacute;a de la conciencia, el pensamiento y el lenguaje, su acercamiento al estudio social y dial&eacute;ctico de las emociones es de gran relevancia. Algunas de las ideas m&aacute;s interesantes las desarrolla a prop&oacute;sito de su inter&eacute;s por la pedagog&iacute;a y el arte.</p> <p class="texte">Para Vygotski, el arte es &ldquo;una t&eacute;cnica social del sentimiento&rdquo; (Vygotski, 2005&nbsp;:18). El arte no s&oacute;lo expresa emociones (del autor o autora) o las provoca (en el espectador pasivo, a modo de est&iacute;mulo) sino que es una herramienta, un instrumento social para la metamorfosis de las emociones<sup><a class="footnotecall" href="#ftn5" id="bodyftn5">5</a></sup>. Si el arte no es simplemente expresi&oacute;n y est&iacute;mulo sino herramienta que dial&eacute;cticamente transforma a quienes se sumergen en &eacute;l, podemos entender que los procesos emocionales y cognoitivos est&aacute;n &iacute;ntimamente vinculados y que las emociones son hist&oacute;ricas, tanto en la historia de la cultura como en la historia del sujeto, abierto potencialmente a nuevas emociones posibles. El v&iacute;nculo entre inteligencia y emoci&oacute;n en la actividad art&iacute;stica se fundamenta, seg&uacute;n Vygotski, en la imaginaci&oacute;n (Vygotski, 1986).</p> <p class="texte">El uso art&iacute;stico de la imaginaci&oacute;n es una actividad inteligente que nos permite hacer asociaciones nuevas en nuestra vivencia emocional y posibilita la aparici&oacute;n de nuevas emociones. A diferencia del t&eacute;rmino tan en boga de &ldquo;inteligencia emocional&rdquo; que vuelve a insistir en un modelo de sujeto individual, gestionador de sus expresiones y contactos afectivos y, sobre todo, susceptible de ser permanentemente evaluado, podr&iacute;amos hablar m&aacute;s bien, en la l&iacute;nea de lo planteado por Vygotski, de emociones inteligentes, de las emociones como un potencial de desarrollo &iacute;ntimamente vinculado a la calidad social y cultural de la sociedad en que vivimos, es decir, como un elemento de la psicopol&iacute;tica.</p> <p class="texte">Junto a la psicolog&iacute;a dial&eacute;ctica, la constituci&oacute;n social de la subjetividad y las emociones, en t&eacute;rminos de alteridad, tiene una s&oacute;lida fundamentaci&oacute;n en el pragmatismo americano y, m&aacute;s en concreto, en el interaccionismo simb&oacute;lico. George Herbert Mead estudia la experiencia desde el punto de vista de la sociedad y de la comunicaci&oacute;n, lo cual le permite explicar la aparici&oacute;n de la mente de un modo coherentemente cient&iacute;fico y materialista, sin necesidad de reducir la experiencia interior a la experiencia exterior, tal como hicieron los conductistas (Mead, 1965&nbsp;:55).</p> <p class="texte">Desde un punto de vista interaccionista la unidad b&aacute;sica de an&aacute;lisis no es la conducta, como actividad de un sujeto individualmente considerado, sino la acci&oacute;n pr&aacute;ctica, orientada a resolver los problemas de la vida y que, como tal, s&oacute;lo puede realizarse como interacci&oacute;n. La concepci&oacute;n de un sujeto aislado, susceptible de ser estimulado -intelectual o emocionalmente- es una pura ficci&oacute;n. El punto de partida del estudio de la actividad humana es la interacci&oacute;n en sociedad y &eacute;sta es, fundamentalmente, interacci&oacute;n simb&oacute;lica. El significado no es un hecho exterior a la acci&oacute;n sino el conocimiento anticipado de la respuesta potencial del <em>alter</em> (otro concreto o generalizado) que sirve, por tanto, para propio control de la acci&oacute;n.</p> <p class="texte">George H. Mead no trat&oacute; el tema de las emociones. Sus intereses se centraron, como es sabido, en el estudio del pensamiento, la conciencia y la identidad. Sin embargo, sus planteamientos son coherentemente extensibles al mundo afectivo, tal como ha hecho Arlie R. Hochschild (1979, 2003, 2013). Para esta autora hay dos modelos b&aacute;sicos en el estudio de las emociones&nbsp;: el organ&iacute;smico, en el que la emoci&oacute;n es definida como un proceso biol&oacute;gico y el interaccionista<sup><a class="footnotecall" href="#ftn6" id="bodyftn6">6</a></sup>.</p> <p class="texte">La adopci&oacute;n de un punto de vista interaccionista implica un modelo de sujeto sociohist&oacute;rico, tanto en lo que se refiere a las normas del sentir (<em>feeling rules</em>) como a la gesti&oacute;n personal de las emociones (<em>emotion work</em>)<sup><a class="footnotecall" href="#ftn7" id="bodyftn7">7</a></sup>. , Las reglas del sentir son gu&iacute;as sociales sobre la conveniencia o adecuaci&oacute;n de los sentimientos. Tienen que ver con el derecho a sentir y tambi&eacute;n con la obligaci&oacute;n, con lo que sit&uacute;a a los sentimientos en el territorio de una moral pr&aacute;ctica.&nbsp;: Por gesti&oacute;n emocional entiende &ldquo;el acto de intentar cambiar en grado o cualidad una emoci&oacute;n (<em>emotion</em>) o sentimiento (<em>feeling</em>)&hellip;.&rdquo; (Hochschild, 1979&nbsp;:561), o como dice en otro momento&nbsp;: &ldquo;Sentimos. Intentamos sentir. Queremos intentar sentir.&rdquo; (Hochschild, 1979&nbsp;: 563)<sup><a class="footnotecall" href="#ftn8" id="bodyftn8">8</a></sup> .</p> <p class="texte">Para Hochschild, el self no es solo un lugar de determinaci&oacute;n social, sino un &ldquo;gestor emocional&rdquo; y esa es una de sus principales diferencias con Goffman&nbsp;: &ldquo;Los actores de Goffman gestionan las impresiones externas pero no gestionan activamente sus sentimientos internos&rdquo; (Hochschild, 1979&nbsp;: 557).</p> <p class="texte">Con un enfoque social de este tipo, es posible entender la subjetividad como un proceso abierto y en continuo cambio. La explicaci&oacute;n de este cambio es social pero no determinista. Al evitar un modelo de sujeto universal -el sujeto humano- y entenderlo, a los fines de una ciencia coherentemente social como un sujeto dial&eacute;ctico y en interacci&oacute;n, podemos entender el cambio no solo como fruto de la modificaci&oacute;n en las condiciones ambientales (situaci&oacute;n social) o de la modificaci&oacute;n en la situaci&oacute;n estructural o cultural, sino que es un proceso abierto de subjetivaci&oacute;n. De este modo es posible entender tanto la sujetaci&oacute;n -al modo de Althusser o Foucault- como la resistencia (al modo de Michel de Certeau). El punto de resistencia no es un &ldquo;yo&rdquo; heroico, individual, al modo del nuevo emprendedor, sino un sujeto social &ndash;personal y/o colectivo&ndash; caracterizado por su procesualidad.</p> <p class="texte">Desde un enfoque social de la alteridad, es posible entender que el orden y las normas sociales no se realizan s&oacute;lo en la ideolog&iacute;a o modos hegem&oacute;nicos de pensar, sino que se encarnan en el cuerpo. La misma idea de cuerpo, como entidad psicosocial, no es equiparable con la de organismo, como entidad org&aacute;nica, ni con la de individuo, como entidad psicol&oacute;gica. Como se&ntilde;ala Yves Clot, a prop&oacute;sito de Vygotki&nbsp;: &ldquo;Socialmente construida, compartida, contagiosa, la emoci&oacute;n transforma el <em>organismo</em> en instrumento psicol&oacute;gico. Podemos reservar leg&iacute;timamente el t&eacute;rmino de <em>cuerpo</em> a la apropiaci&oacute;n psicol&oacute;gica de su <em>organismo</em> por el sujeto&rdquo; (Clot 2003&nbsp;: 31 &eacute;nfasis original)</p> <p class="texte">La din&aacute;mica social de represi&oacute;n y de resistencia de la subjetividad atraviesa el cuerpo y las emociones son un aspecto fundamental de esa corporeidad. Esta es una cuesti&oacute;n que se ha ido progresivamente evidenciando como consecuencia no tanto de un desarrollo acad&eacute;mico y cient&iacute;fico, como del ejercicio reivindicativo, fundamentalmente feminista. Judith Butler o Sara Ahmed, entre otras, han puesto de manifiesto, por ejemplo, que algo aparentemente tan obvio como los l&iacute;mites corporales son, desde un punto de vista social, una construcci&oacute;n sociopol&iacute;tica, mediada por los sentimientos.</p> <p class="texte">La idea de procesualidad abierta, propia de un enfoque de alteridad, posibilita, igualmente, entender algunas cuestiones sobre la normatividad emocional que est&aacute;n plante&aacute;ndose desde los movimientos LGTBI, tal como el cuestionamiento del binarismo del g&eacute;nero.</p> <p class="texte">Si hay un territorio donde las dicotom&iacute;as est&aacute;n fuertemente arraigadas es, indudablemente, en el de la sexualidad. La sexualidad restringida a la reproducci&oacute;n ha hecho impensable otra estructuraci&oacute;n diferente a la binaria y complementaria (macho y hembra)&nbsp;; lo dem&aacute;s era enfermedad o pecado. Como es sabido, el concepto de g&eacute;nero es planteado como un concepto sociol&oacute;gico, diferenciado del biol&oacute;gico, para poder dar sentido y legitimar las diferencias de comportamiento en t&eacute;rmino de roles (masculinos y femeninos) y, con ello, visibilizar el car&aacute;cter social e hist&oacute;rico de las exigencias normativas sobre mujeres y hombres. Desde los movimientos LGTBI se ha planteado, sin embargo, que el problema est&aacute; tambi&eacute;n en la propia idea de dicotom&iacute;a. Ni la biolog&iacute;a es radicalmente dicot&oacute;mica ni las normas sociales tienen por qu&eacute; serlo. Existen situaciones intermedias y tr&aacute;nsitos posibles, cuya legitimidad y dignidad es objeto de reivindicaci&oacute;n y resistencia.</p> <p class="texte">El significado emocional no es un hecho fijo, bien personal o cultural, sino un objeto de conflicto. Lo que desde una psicolog&iacute;a intercultural son hechos diferenciales, expresables estad&iacute;sticamente, desde un punto de vista de la socialidad como alteridad son entendidos como procesos abiertos y constitutivos. El car&aacute;cter dial&oacute;gico y eventualmente conflictivo del significado es importante para entender la din&aacute;mica social de las emociones. Ello permite entender que haya una lucha por el significado, tal como muy bien analiz&oacute; Voloshinov (1992)<sup><a class="footnotecall" href="#ftn9" id="bodyftn9">9</a></sup>, para quien &ldquo;el signo llega a ser la arena de la lucha de clases.&nbsp;[...]Este <em>car&aacute;cter internamente dial&eacute;ctico del signo </em>se revela hasta sus &uacute;ltimas consecuencias durante las &eacute;pocas de crisis sociales y de transformaciones revolucionarias&rdquo; (Voloshinov, 1992&nbsp;: 49-50, &eacute;nfasis original)</p> <p class="texte">En este sentido, de lucha por el significado, es muy interesante el an&aacute;lisis que hace Ahmed (2014) del modo en que los grupos racistas ingleses dan sentido a la alteridad que supone la convivencia con personas originarias de otros pa&iacute;ses. Para ello, construyen la naci&oacute;n como un cuerpo, susceptible de ser invadido, ya que lo han hecho &ldquo;blando&rdquo; las supuestas pol&iacute;ticas de tolerancia. La emoci&oacute;n que les moviliza y que proponen es directamente el odio, pero curiosamente el odio es convertido narrativamente en amor, tal como aparece, por ejemplo en la p&aacute;gina web de <em>Arian Nations</em>,<em> </em>citada por la autora&nbsp;: &ldquo;No es odio lo que lleva al trabajador Blanco a maldecir por el &uacute;ltimo bote de inmigrantes aventado en nuestras costas a los que se va a dar trabajo ante que a los ciudadanos Blancos que construyeron esta tierra&hellip;..no, no es odio. Es Amor.&rdquo; (Ahmed, 2014&nbsp;:77&nbsp;; &eacute;nfasis original)</p> <p class="texte">La introducci&oacute;n de un componente narrativo en nuestro concepto de socialidad permite entender la visibilizaci&oacute;n como un elemento clave en la din&aacute;mica de la subjetivaci&oacute;n y de la normatividad emocional. El sentimiento de verg&uuml;enza est&aacute; directamente relacionado con esta visibilizaci&oacute;n. Thomas Scheff (1997,2014) ha puesto de manifiesto la relaci&oacute;n de la verg&uuml;enza con la calidad del v&iacute;nculo social. Es una emoci&oacute;n vinculada a la exposici&oacute;n a la mirada u opini&oacute;n ajena y ayuda a mantener el sentido de identidad. La verg&uuml;enza, sin embargo, no es simplemente un sentimiento dependiente de la mirada ajena (un <em>alter</em> cosificante, al modo de la interpelaci&oacute;n althusseriana), sino un elemento de la propia alteridad &ndash;una mirada podr&iacute;amos decir, dialogizada. Podemos as&iacute; entender que la verg&uuml;enza sea un motivo de lucha psicopol&iacute;tica, como rechazo de una norma que no se acepta, en unos casos, y como demanda de una responsabilidad que no se asume. En el primer caso tenemos las luchas por el reconocimiento de personas y grupos discriminados y estigmatizados. Tanto las personas estigmatizadas por su orientaci&oacute;n sexual no convencional como los miembros de minor&iacute;as &eacute;tnicas se han movilizado, justamente, para proclamar la conversi&oacute;n de la verg&uuml;enza en orgullo (gay o negro). En el segundo caso, como verg&uuml;enza reclamada, tenemos el peculiar fen&oacute;meno de la verg&uuml;enza ajena. Es &eacute;sta caracterizable por un proceso de implicaci&oacute;n moral que no se limita simplemente a sentir lo que otros deber&iacute;an sentir<sup><a class="footnotecall" href="#ftn10" id="bodyftn10">10</a></sup>, sino que tiene una vertiente pol&iacute;tica&nbsp;: la demanda y exigencia de dignidad y la inculpaci&oacute;n por un comportamiento que se considera vergonzoso (Turnaturi, 2012). Este tipo de procesos nos lleva a plantearnos la cuesti&oacute;n de una &eacute;tica emocional, entendida no como una normatividad externa (c&oacute;digo &eacute;tico) sino como una sentimentalidad cultivada, consciente de los v&iacute;nculos que nos mantienen como miembros dignos de una comunidad, as&iacute; como de la performatividad de nuestras demandas emocionales.</p> <h1 class="texte">Conclusiones</h1> <p class="texte">El momento actual requiere de una reflexi&oacute;n sobre algo tan aparentemente abstracto como el concepto de lo social y ello por un par de razones&nbsp;: primero porque vivimos en un momento de debilitaci&oacute;n pol&iacute;tica de lo social. Algunos de los v&iacute;nculos sociales que han caracterizado la modernidad se han modificado dr&aacute;sticamente desde los a&ntilde;os 80, habi&eacute;ndose intensificado su transformaci&oacute;n en el &uacute;ltimo decenio. La llamada, por unos, nueva econom&iacute;a y, por otros, simplemente neo-capitalismo, se caracteriza, entre otras cosas, por un &eacute;nfasis especial en el individuo como origen y destino de todos los derechos y responsabilidades. Las pol&iacute;ticas neoliberales y la ideolog&iacute;a que las acompa&ntilde;an han ido progresivamente tomando carta de naturaleza como horizonte habitual de la sociedad de nuestra &eacute;poca. El nuevo sujeto de la historia es el sujeto individual. Segundo, porque la psicolog&iacute;a est&aacute; en el centro del proceso de legitimaci&oacute;n neoliberal (Rodr&iacute;guez, 2016) y resulta urgente recuperar la reflexi&oacute;n te&oacute;rica y epistemol&oacute;gica que fundamenta su pretensi&oacute;n cient&iacute;fica. De aqu&iacute; la conveniencia de volver a plantearse la vieja y eterna pregunta de que es social en la psicolog&iacute;a social. En este sentido, no deja de ser sorprendente que en una ciencia que se define expl&iacute;citamente como &ldquo;social&rdquo;, sea pr&aacute;cticamente nula la reflexi&oacute;n sobre la socialidad. Ante la imposici&oacute;n hegem&oacute;nica de un modelo de sujeto individualista, asumido como modelo obvio de sujeto humano, creo que la reflexi&oacute;n sobre la constituci&oacute;n social de la subjetividad y las vivencias emocionales que nos conforman como sujetos, est&aacute; directamente vinculada a la fundamentaci&oacute;n de una psicolog&iacute;a social que pueda, modestamente, contribuir a la emancipaci&oacute;n humana o, como dec&iacute;a Ignacio Mart&iacute;n Bar&oacute;, a liberarnos del desorden social (Mart&iacute;n Bar&oacute;, 1983&nbsp;:51).</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn1" id="ftn1">1</a> Considero que es m&aacute;s adecuado hablar de enfoque que de niveles de an&aacute;lisis. Mientras la noci&oacute;n de enfoque respeta la equivalencia de puntos de vista, la idea de nivel e an&aacute;lisis implica una jerarqu&iacute;a (niveles superiores/inferiores, simples/complejos).</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn2" id="ftn2">2</a> Estos tres modelos de sujeto los he caracterizado, en otro momento (Crespo, 2015), a partir de las consideraciones, entre otros, de Mead (1965) y Moscovici (1972), como sujeto &ldquo;ego&rdquo;, sujeto &ldquo;nosotros&rdquo; y sujeto &ldquo;&aacute;lter&rdquo;.</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn3" id="ftn3">3</a> La dial&eacute;ctica vygotskiana es plenamente marxista, pero muy lejana del mecanicismo, tanto marxista sovi&eacute;tico, con su dogm&aacute;tica versi&oacute;n de la determinaci&oacute;n social del comportamiento, como conductista. De forma clara lo expresa en su <em>Teor&iacute;a de las emociones</em>: &ldquo;Un idealismo inteligente est&aacute; m&aacute;s cerca de un materialismo aut&eacute;ntico que un materialismo est&uacute;pido&rdquo; (Vygotski, 2004:91)</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn4" id="ftn4">4</a> Esta idea del primitivismo de lo emocional y su irracionalidad vuelve a aparecer en nuestros d&iacute;as a prop&oacute;sito del concepto de posverdad, que est&aacute; teniendo amplia acogida. Siendo cierta la denuncia del desprecio por la verdad, que caracteriza al cinismo pol&iacute;tico de la derecha neoliberal, creo que es un error vincular ese desprecio con la preponderancia de la emocionalidad frente a la racionalidad. Ni las emociones son de suyo irracionales ni la seriedad intelectual es necesariamente racional. El compromiso pol&iacute;tico con la verdad es un compromiso intelectual y emotivo, vinculado, entre otras cosas, al amor por la justicia y por la libertad.</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn5" id="ftn5">5</a> Vygotski (2017[1932]) recurre a las t&eacute;cnicas teatrales de Stanislavsky para ejemplificar su idea del car&aacute;cter sociohist&oacute;rico de las emociones. Curiosamente, casi cincuenta a&ntilde;os despu&eacute;s, Arlie Hochschild (1979) recurrir&aacute;, igualmente, a Stanislavsky para ejemplificar su diferencia con la idea de dramaturgia que tiene Goffman.</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn6" id="ftn6">6</a> Aun cuando no hace referencia al mismo, es muy similar el planteamiento al que hizo Mead (1909) en un texto fundamental para la epistemolog&iacute;a de la psicolog&iacute;a y en que plantea que &eacute;sta dos enfoques alternativos y es psicolog&iacute;a fisiol&oacute;gica o psicolog&iacute;a social.</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn7" id="ftn7">7</a> Prefiero traducir <em>emotion work</em> por gesti&oacute;n emocional, que responde al sentido utilizado por la autora, para as&iacute; distinguirlo de <em>emotion labor</em>, que designa las actividades laborales orientadas a la producci&oacute;n de emociones y que considero m&aacute;s adecuado traducir como trabajo emocional.</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn8" id="ftn8">8</a> Obs&eacute;rvese la similitud con las instrucciones de Ignacio de Loyola para llevar a cabo los <em>Ejercicios espirituales</em>, que es una de las primeras t&eacute;cnicas modernas de gesti&oacute;n emocional</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn9" id="ftn9">9</a> Esta obra ha sido atribuida, en ocasiones, a Mijail Bajt&iacute;n y as&iacute; ocurri&oacute; con una edici&oacute;n argentina. Hoy m&aacute;s bien se tiene evidencia de lo contrario, de la apropiaci&oacute;n por Bajt&iacute;n de algunas obras de sus colegas del llamado &ldquo;c&iacute;rculo Bajt&iacute;n&rdquo; (v&eacute;ase Bronckart, y Bota, 2011).</p> <p class="notesbaspage"><a class="FootnoteSymbol" href="#bodyftn10" id="ftn10">10</a> En un trabajo anterior (Crespo, 1986) hice referencia a la expresi&oacute;n espa&ntilde;ola &ldquo;verg&uuml;enza ajena&rdquo;, se&ntilde;alando su falta de equivalencia con el ingl&eacute;s. Mi pretensi&oacute;n era se&ntilde;alar que hab&iacute;a diferencias culturales y ling&uuml;&iacute;sticas en el grado de agencialidad de las emociones y la responsabilidad asumida por las mismas. Con posterioridad, he observado que ha empezado a hablarse de la verg&uuml;enza ajena como &ldquo;verg&uuml;enza espa&ntilde;ola&rdquo;, lo cual le da, a mi entender, una entidad cultural excesiva.</p> <p class="bibliographie">Ahmed, Sara (2014)&nbsp;: <em>La pol&iacute;tica cultural de las emociones</em>. Mexico&nbsp;: UNAM (edic. orig.&nbsp;: 2004)</p> <p class="bibliographie">Belli, Simone e &Iacute;&ntilde;iguez, Lupicinio (2008)&nbsp;: &ldquo;El estudio psicosocial de las emociones&nbsp;: una revisi&oacute;n y discusi&oacute;n de la investigaci&oacute;n actual&rdquo;. <em>Psico</em>. 39(2)&nbsp;: 139-151.</p> <p class="bibliographie">Bericat, Eduardo (2000)&nbsp;: &ldquo;La sociolog&iacute;a de la emoci&oacute;n y la emoci&oacute;n en la sociolog&iacute;a&rdquo;. <em>Papers</em> 62&nbsp;: 145-176.</p> <p class="bibliographie">Bronckart, Jean-Paul y Bota, Christian (2011)&nbsp;: <em>Bajt&iacute;n desenmascarado.</em> Madrid&nbsp;: Antonio Machado</p> <p class="bibliographie">Butler, Judith (2001)&nbsp;: <em>Mecanismos ps&iacute;quicos del poder</em>. Valencia&nbsp;: C&aacute;tedra.</p> <p class="bibliographie">Clay-Warner, Jody y Robinson, Dawn T. (ed.) (2011)&nbsp;: <em>Social structure and emotion</em>. London&nbsp;: Academic Press.</p> <p class="bibliographie">Clot, Yves (2003) &ldquo;Vygotski, la conscience comme liaison&rdquo; En Vygotski, L.<em> Conscience, inconscient, &eacute;motions</em> Paris. La Dispute.</p> <p class="bibliographie">Clough, Patricia T. (2008)&nbsp;: &ldquo;The affective turn. Political economy, biomedia and bodies&rdquo;. <em>Theory, Culture and Society</em>, 25(1)&nbsp;: 1-22.</p> <p class="bibliographie">Clough, Patricia T. (2010)&nbsp;: &ldquo;Afterword&nbsp;: The future of affect studies&rdquo;. <em>Body and Society</em>. 16(1)&nbsp;: 222-230.<em> </em></p> <p class="bibliographie">Crespo, Eduardo (1986)&nbsp;: &ldquo;A regional variation&nbsp;: emotions in Spain&rdquo; En Harr&eacute;, R. (ed.) <em>The social construction of emotions</em>. 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